La manera como se lleve a cabo la evaluación debe tener presente para qué se evalúa y los usos de la información resultante de la evaluación: para valorar el aprendizaje (evaluación sumativa) o para apoyar el aprendizaje (evaluación formativa).
Desde el punto de vista sumativo, cuando la evaluación tiene el propósito de valorar
qué tanto ha conseguido el alumno los objetivos de logro hasta un momento dado
en el tiempo (evaluación del aprendizaje), es importante que la decisión sobre los mé-
todos y herramientas de evaluación a utilizar considere las consecuencias afectivas en
los alumnos. Esto es relevante porque a través de los resultados de las evaluaciones,
se envían señales continúas a algunos alumnos cuando su nivel de desempeño no es
el adecuado, lo cual puede generar una autoimagen de incapacidad (OECD, 2005), y
dificultar aún más que los alumnos consigan el nivel de dominio esperado.
De acuerdo con el impacto que pueden tener los resultados de las evaluaciones
sumativas en los estudiantes, se sugiere que éstas no se ciñan a la asignación
de calificaciones, sino que sean más amplias y provean inicialmente al alumno de información
sobre los aspectos positivos identificados, y después, se ofrezca un
diagnóstico sobre sus áreas de mejora.
Desde la perspectiva formativa, si se evalúa para apoyar el aprendizaje, la intención es
detectar áreas de oportunidad y luego generar acciones de mejora. Bajo esa óptica, se
concibe un involucramiento tanto del profesor como del alumno en el aprendizaje de este
último y, por lo tanto, en su evaluación. En ese sentido, se desarrolla el presente apartado.
Como ya se ha señalado, para utilizar la evaluación en la mejora del aprendizaje, el
profesor y el alumno deberán responder tres preguntas clave: ¿hacia dónde vamos o
cuáles son los objetivos de aprendizaje?, ¿dónde estamos ahora?, y ¿cómo podemos
cerrar la distancia entre la situación actual y la deseable? Las dos últimas preguntas
relacionan los propósitos (formativos) con los métodos (cómo evaluar); no obstante,
para contestarlas, es imprescindible responder también a la primera.
Para dar respuesta de forma adecuada a las tres preguntas anteriores, hay siete estrategias
recomendadas (Stiggins, et al., 2007; Chappuis, 2009 citado en Arter, 2009), las
cuales, al estar en consonancia con el propósito formativo de la evaluación, pueden
desdibujar la frontera entre este proceso y la enseñanza
Preguntas clave
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Estrategias para favorecer el aprendizaje
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¿Hacia dónde vamos o cuáles son objetivos?
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1ª Proveer una clara y entendible visión de los
objetivos de aprendizaje
2ª Uso de ejemplos y modelos de buenos y malos
trabajos
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¿Dónde estamos ahora?
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3ª Ofrecer retroalimentación descriptiva de manera regular
4ª Enseñar a los alumnos a autoevaluarse y establecer metas
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¿Cómo podemos cerrar esa distancia entre la
situación actual y la deseable?
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5ª Diseñar clases enfocadas en un aspecto de la
calidad a la vez
6ª Enseñar a los alumnos a enfocar su revisión
7ª Involucrar a los alumnos en la autorreflexión, y
permitirles monitorear y compartir su aprendizaje
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La primera estrategia consiste en proveer una visión clara y entendible de los objetivos
de aprendizaje. Esto permitirá que los alumnos tengan una idea de hacia dónde se
dirigen sus actividades y, en ese sentido, tengan un mayor entendimiento cuando el
profesor o sus compañeros los retroalimenten y le señalen sus fortalezas y debilidades,
lo que a su vez, les brindará elementos para autoevaluarse.
Ofrecer una visión clara y entendible de los objetivos, implica que los profesores utilicen
un vocabulario accesible o amigable con sus alumnos para compartirles lo que espera
conseguir junto con ellos, y asegurarse de que lo están comprendiendo.
La segunda estrategia radica en el uso de ejemplos y modelos de buenos y malos
trabajos. Esta actividad está recomendada ampliamente porque los buenos
trabajos permiten a los alumnos visualizar de manera concreta lo que se espera
que realicen; mientras que los malos trabajos, muestran el tipo de trabajo no aceptable.
Para hacerlo adecuadamente es preciso cuidar el anonimato de los autores.
Cuando el profesor presente los ejemplos, también es elemental que muestre a los
alumnos el proceso a seguir para elaborar el trabajo desde el inicio hasta su conclusión:
evidenciar las fortalezas y las debilidades presentes en el principio y cómo se fue
realizando hasta obtener la calidad deseada. Es importante que el docente haga ver
a sus estudiantes como normal el surgimiento de problemas y dificultades cuando se
comienza un trabajo, lo cual sólo mejorará conforme se atienda la retroalimentación
y la autocrítica. Resulta elemental demostrar a los alumnos que los productos pasan
por un proceso de mejora, y que por ello no es apropiado considerarse como los únicos
con dificultades al iniciar un trabajo.
La tercera estrategia es ofrecer retroalimentación descriptiva de manera regular. Desde
el enfoque formativo de la evaluación, la retroalimentación juega un papel fundamental
porque ayuda a que los alumnos respondan a la segunda pregunta: ¿dónde
estamos ahora? Para que la retroalimentación favorezca el aprendizaje debe reunir por
lo menos cuatro características: ser descriptiva, individualizada, regular y orientadora.
Descriptiva significa que en lugar de ofrecer calificaciones numéricas o con letras sobre
los trabajos, tareas o pruebas (retroalimentación evaluativa), al alumno se le debe proporcionar
información detallada sobre sus fortalezas y debilidades respecto a cada uno
de los objetivos de aprendizaje. El trabajo de los maestros es encontrar avances, dar a
conocer las fortalezas y mostrar las áreas de mejora a los alumnos en cada uno de sus
trabajos, ya que tanto los que aprenden como los que se esfuerzan necesitan saber qué
cosas han hecho de manera correcta, y luego señalarles las áreas de oportunidad.
Individualizada. Cada alumno tiene fortalezas y debilidades específicas en cada uno de
los objetivos de aprendizaje sobre los que se brinde retroalimentación.
La regularidad supone varios momentos en que el profesor señale al alumno tanto
elementos ya dominados como aquellos en los cuales aún debe trabajar. La regularidad
también permite dosificar la retroalimentación, enfocándose en los aspectos más
importantes, para después señalar los secundarios.
Orientadora, implica que la retroalimentación no sólo debe brindar de manera continua
información sobre las fortalezas y debilidades, sino que el profesor la aprovecha
para indicar una serie de actividades o pasos que los alumnos deben seguir para
alcanzar los objetivos de aprendizaje.
La cuarta estrategia radica en enseñar a los alumnos a autoevaluarse y establecer metas.
La autoevaluación es una estrategia que, si se realiza para encontrar áreas de
mejora, favorece el aprendizaje, sobre todo para los alumnos con más debilidades.
Eso significa que no debe ser considerada como un agregado o como algo impuesto
por la normativa, sino como una actividad valiosa que provee información, la cual es
complementaria a la realizada por el profesor y el grupo. Para enseñar a los alumnos
a autoevaluarse, conviene:
- Que el profesor solicite a los alumnos valorar las fortalezas y debilidades de alguno de sus trabajos, y después les brinde retroalimentación sobre el mismo.
- Que el profesor utilice como ejemplo alguno de los trabajos ya revisados para explicar a los alumnos los criterios que tomó en cuenta para evaluarlo y ejemplifique cómo identificó las fortalezas y debilidades del mismo.
- Que los alumnos ofrezcan retroalimentación descriptiva a sus compañeros (coevaluación).
- Que se establezcan metas de aprendizaje a partir de la retroalimentación brindada por el profesor, los compañeros de clase y la autoevaluación.
La quinta estrategia consiste en diseñar clases enfocadas en un aspecto de la calidad
a la vez. Cuando se pretende conseguir algunas competencias o habilidades en concreto
(por ejemplo, la comunicación escrita), se vuelve complicado para los alumnos y
para el profesor atender al mismo tiempo los diferentes aspectos de la competencia a
desarrollar. En este sentido, se recomienda que las clases se enfoquen en un aspecto
a la vez, lo cual también facilita la retroalimentación que habrá de ofrecer el profesor.
Cuando se siga esta estrategia, será necesario que éste haga entender a sus alumnos
la amplitud y conexión de los elementos trabajados en cada sesión.
La sexta estrategia reside en enseñar a los alumnos a enfocar su revisión. El involucramiento
de éstos en su propio proceso de aprendizaje y, en específico, en la evaluación, es
una acción presente en todas las anteriores estrategias, y en ésta tiene vital importancia.
Aquí se sugiere que el profesor enseñe a sus alumnos a focalizar la revisión cuando se
autoevalúen o coevalúen. El principio de esta estrategia es el mismo de la anterior, la
focalización brinda la posibilidad de otorgar atención especial a la forma en cómo se cometieron
ciertos errores al realizar los trabajos y cómo pueden superarse. Por otra
parte, es más fácil centrar los esfuerzos sobre menos aspectos al mismo tiempo.
El profesor podría empezar por enseñar a sus alumnos cómo revisa un trabajo, una
respuesta o un desempeño, y luego pedirles la revisión de un ejemplo similar. Sería
deseable que cuando el profesor enseñe a los alumnos cómo revisa, seleccione un
trabajo para la revisión de un aspecto, y así puedan focalizarla.
La séptima estrategia radica en involucrar a los alumnos en la autorreflexión, y permitirles
monitorear y compartir su aprendizaje. El profesor debería generar espacios
donde los alumnos trabajaran de forma activa en la reflexión sobre su propio proceso
de aprendizaje, sobre aquellos objetivos de aprendizajes que ya dominan (¿cómo lo
consiguieron?), así como sobre aquellos que aún no dominan y el tipo de acciones
necesarias para alcanzarlos.
El profesor debe permitir a los alumnos monitorear su aprendizaje, lo cual le facilitaría
identificar algunas fortalezas y oportunidades. Sería deseable que a los alumnos se
les permitiera compartir su aprendizaje en espacios generados especialmente para
tal fin. Para desarrollar esta actividad, debería cuidarse el dominio del tema por el
alumno, lo cual estimularía su confianza para seguir aprendiendo.
El protagonismo del alumno en la evaluación —con propósitos de mejora del aprendizaje—
no disminuye en ningún sentido la importancia del trabajo docente ni su
responsabilidad. Por el contrario, implica una transformación del rol del profesor,
pues se convierte tanto en proveedor de información precisa y frecuente para el
alumno, como en motivador, al reconocer lo que éste puede hacer y promover para
la adopción de alternativas de acción.
Es necesario finalizar esta sección haciendo notar que las siete estrategias están concatenadas.
Por tal razón, su implementación es progresiva, es decir, lo primero que un
profesor debe practicar es cómo ofrecer una visión clara y entendible de los objetivos
de aprendizaje; conforme vaya consiguiendo dominio en la realización de esa primera
estrategia, conviene comenzar a modelar paulatinamente, hasta ser capaz de
involucrar a los alumnos en la autorreflexión, monitoreo e intercambio del aprendizaje
con sus compañeros y con su profesor.
Les comparto un video sobre las estrategias de evaluación: